domingo, 15 de abril de 2012

Un poco de la historia de CUTCSA



CUTCSA Breve HistoriaORÍGENES Y EVOLUCIÓN HISTÓRICA 
La gestación del transporte colectivo en Montevideo, al igual que en otras capitales, se produce por la necesidad de comunicación y evoluciona paulatinamente con el crecimiento de la ciudad, comenzando con los servicios de diligencias. En 1866 se otorga el primer permiso para una línea de tranvía a caballo, continuando con el "Tranway" (transporte por riel).
Éste último fue desempeñado desde 1868, principalmente por siete empresas. Seis de ellas propiedad de empresarios nacionales, florecientes en sus comienzos, pero sin la necesaria renovación ni ampliación que les permitiera enfrentar con éxito el crecimiento de la ciudad y las innovaciones tecnológicas, que en materia de transporte surgían en el mundo.
Por esos años, Montevideo estaba atendido por líneas que unían el centro de la ciudad con las cercanías: Pocitos; la zona del Buceo, La Unión, Prado, Paso Molino, entre otras.
Las empresas existentes eran débiles económicamente, por ello, conscientes del potencial del mercado montevideano, a fines del siglo XIX, se instalaron dos empresas de capitales extranjeros, cuya finalidad comercial era la explotación de un servicio de tranvías eléctricos.
En poco menos de una década, las compañías de tranvías de caballitos, pasaron a ser absorbidas por estas dos grandes empresas: “Sociedad Comercial de Montevideo” de capitales ingleses, que adquirió “Tranvías del Este”, “Pocitos, Buceo, Unión” y “Unión Maroñas”; y la compañía “La Transatlántica”, integrada por capitales alemanes, que absorbió las empresas de tranvías “Paso Molino y Cerro” y “La Oriental” la que a su vez había adquirido con anterioridad el tranvía “Uruguayo”.
Este proceso hizo que, comenzado el siglo XX, el transporte colectivo de pasajeros de Montevideo estuviera en manos de dos empresas eléctricas (a excepción del “Tranvía del Norte”).
Luego de varios años de negociaciones, el Estado otorgó la concesión de 60 líneas por 70 años, a cambio de la extensión de algunos recorridos y el aumento de las frecuencias. A fines de 1906 se procedió a la inauguración de los servicios de tranvías eléctricos de la Ciudad.
A pocos años de su instalación, surgieron los primeros inconvenientes entre las autoridades nacionales y las empresas tranviarias.
La ciudad crecía vertiginosamente y surgían nuevos barrios, por lo cuál era necesario aumentar los servicios, pero las empresas no tenían la misma visión ya que la ecuación económica hasta el momento era muy buena y no había razón para realizar más inversiones.
Este fue el ambiente que gestó el origen de los ómnibus.
El Ministerio de Obras Públicas, estaba disconforme con la falta de respuesta de las empresas y era consciente de que el monopolio extranjero en el transporte montevideano, no era lo mejor para la ciudad. Por lo que en 1912, resuelve la importación de vehículos a motor para realizar servicios competitivos.
Se importaron cuatro ómnibus Stoever y Dion Bouton, dos de ellos comunes y dos imperiales. Éstos cumplían servicio en dos líneas, una cubría el trayecto Centro, Ocho de Octubre y Larrañaga y la otra el del Centro a Pocitos.
Debido fundamentalmente al pésimo empedrado de las calles y las llantas macizas de los vehículos, a los tres meses de iniciados los viajes, el servicio debió ser suspendido.
Entre los años 1914 y 1918, durante la presidencia de José Batlle y Ordoñez, el M.O.P. realizó un nuevo intento de instalar líneas de autobuses, pero también esta experiencia fracasó. En esta oportunidad, por falta de repuestos y de personal idóneo en su cuidado y reparación, las unidades quedaron en desuso.
Por el año 1925 el Sr. Isaac Bentancor implanta una línea entre La Tablada y el Paso Molino, con un pequeño ómnibus Ford "T", que se identificaba con la letra N. Al poco tiempo Pedro Trinidad instaura un servicio que cubría el tramo entre Comercio y 8 de Octubre hasta Puntas de Mc. Adam también servido con un Ford "T", que se identificaba con la letra U. Ambos recorridos pueden considerarse suburbanos, pues la ciudad de antaño no contenía aquellos barrios.
La “concesión y exclusividad por 70 años” y las “deficientes experiencias anteriores de los ómnibus”, unidas a la soberbia de las empresas, impidieron que las empresas tranviarias previeran lo que pocos años después sucedería.
En el mes de abril de 1926, como respuesta a la cerrada negativa de estas empresas a mejorar y prolongar sus servicios, negándose además a implantar otro tipo de transporte en una ciudad que había iniciado la construcción de pavimento liso en sus principales avenidas, el Municipio autoriza a la “Compañía Uruguaya de Ómnibus” de Don Pedro Reyno a dar inicio a la primera línea urbana privada de transporte colectivo de personas por autobús de Montevideo.
El coche denominado “El Baúl”, nombre popular con que se reconocía al vehículo de Reyno, un pequeño ómnibus italiano marca Lancia, con carrocería de Casas y Vals (actual coche N° 476 de la empresa Cutcsa), realizó su primer recorrido: Plaza Independencia – 8 de Octubre hasta Larrañaga.
A partir de allí, comenzaron a proliferar distintas líneas que se extendieron a todos los barrios montevideanos.
Los servicios tranviarios eran deficientes, desde hacía algunos años no renovaban sus vehículos, y las demoras entre un servicio y otro era significativa, por lo que muchas veces los montevideanos se veían obligados a caminar 20 o 30 cuadras antes de cruzarse con alguno. Por ello, la población se volcó a viajar en los ómnibus para incentivar este nuevo servicio y poner punto final, a lo que se consideraba una verdadera dictadura extranjera en los servicios de transporte de la ciudad.
Fueron traídas nuevas unidades al país por casas importadoras, que dado al estímulo que desde el Municipio se recibía, fueron rápidamente vendidas a modestos obreros del transporte, que con su esforzado trabajo enfrentaron el pago a largo plazo. Estos coches sucedieron a los primitivos chasis, a los que se les había montado en muchos casos carrocerías de los viejos tranvías de caballitos.
Ante esta renovación, las compañías tranviarias reclamaron la exclusividad en los servicios de transporte colectivo de personas dentro de la ciudad (la que consideraban “suya”). Pero esta pretensión no prosperó ante las autoridades municipales, ya que entendieron que la concesión otorgada años atrás no tenía ese alcance.
Estas empresas también pretendieron instalar servicios de autobuses en concurrencia con los ya instalados. Esta iniciativa no prosperó ya que se consideró, que el único propósito perseguido era el de eliminar la iniciativa de los particulares que con gran esfuerzo estaban abriéndose camino.
A los pocos meses de iniciado 1926, los servicios de ómnibus crecieron, con el apoyo y estímulo del Municipio.
La instalación de los recorridos de los coches, no estaba basada en un estudio serio y profundo de las necesidades y posibilidades, por lo cual, en sus inicios los servicios fueron bastante caóticos; ya que los coches estaban pintados de diferentes colores, realizaban recorridos superpuestos al de los tranvías y muchas veces llevaban el mismo número de línea que aquellos.
Los nuevos permisarios colocaron en sus unidades, nombres que los identificaban: “El Deseado”, “Libertad”, “Albatros”; o que recordaban los orígenes de sus propietarios – “Galicia”, “Río Guadalquivir”, “Hispano-Uruguaya”, “Anglo Uruguaya”-; a veces las denominaciones eran publicitarias, se canjeaban servicios como la impresión de boletos o repuestos a cambio de estos “avisos”.
La competencia por el mercado era muy despareja, las dos grandes empresas extranjeras hacían sentir su poder.

Todos los días en las calles montevideanas, se daba una lucha feroz, sólo a base de guapeza los pequeños autobuses lograban mantenerse, ya que los tranvías aumentaron la frecuencia de sus servicios


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